Uno cambia con los años... las películas no. Ha sido una grata experiencia volver a ver Lost In Translation otra vez... 10 años después de su estreno y quiza 9 años de que yo la vi.
Lost In Translation nos presenta a Bob Harris (Bill Murray) un actor estadounidense con una carrera en declive que visita Tokio para realizar una campaña publicitaria para una marca de wiskey. El ritmo de la película va de la mano del estado de ánimo de Bob... aburrido, poco motivado con la situación y con el peso de un matrimonio estancado.
Charlotte (Scarlett Johansson) esta en Tokio acompañando a su esposo, un fotógrafo de modas que se muestra más interesado en cualquier detalle de su trabajo que en su esposa. Tienen un año de casados.
Charlotte y Bob comparten miradas en varios sitios del hotel donde se hospedan, como si sus pesados estados de ánimo se conectaran, hasta que finalmente conversan. Conviven durante 4 días, en medio de salidas, comidas y paseos.
Es una película extraña, densa y lenta, con muchos silencios... que se dan incluso cuando los personajes se encuentran juntos. Los lugares y calles de Tokio le dan un toque especial a la película.
Como dato curioso: Sofia Coppola -la directora- tenía contemplado que Kirsten Dunst personificara a Charlotte, pero fue imposible ya que la actriz se encontraba filmando la secuela de Spiderman, por lo que la oportunidad se le dio a Scarlett Johansson que en el 2003 no era la actriz que es hoy.
No es dificil reconocer cuando una película es diferente, que parece que se hizo y se rompio el molde. Invariablemente cuentan buenas y originales historias. Casi siempre presentan sensacionales actuaciones y casi nunca requieren de elaborados efectos.
Lost In Tanslation esta diponible ahora en Netflix Latinoamerica.